Justo al llegar al semáforo, nota la vibración del teléfono en el bolsillo posterior de sus vaqueros. Se detiene y saca el celular pero, sin darse cuenta, algo cae al suelo. Espera, tranquila, a que el semáforo cambie de color mientras escucha el mensaje de voz de Carolina, su hermana, desde Perú.
Al otro lado de la calle, también detenido, un hombre cincuentón, algo obeso y con poco pelo, ha visto como un papel caía al suelo. La distancia no le permite identificarlo. Siente curiosidad y un cierto desasosiego. Tal vez es algo muy importante para la mujer. No considera gritarle. Esperará llegar al lugar y saber de que se trata.
Esa misma escena, pero un par de metros hacia atrás la ha visto otro hombre. Mayor. Más cerca de los ochenta que de los setenta. Le acompaña un perrito muy chiquitín atado a una correa. Ha decidido esperar a llegar a la altura de la mujer para advertirla de que algo se le ha caído del bolsillo trasero de sus vaqueros. Justo al sacar el teléfono. Pero cuando va a alcanzarla, el semáforo ya se ha puesto verde y ella ha reemprendido la marcha. Siempre escuchando el mensaje de su hermana Carolina, desde Perú.
Una mujer joven, rubia y esbelta, aparece en una esquina próxima. Con un gran perro pastor alemán. El hombre mayor se las ve y se las desea para sostener a su perro chiquitín, que ladra tan fuerte que no parece que pueda ser. Se desentiende del papel que le cayó a la chica. Que ya casi está llegando a la otra acera. Justo en el momento en que el hombre cincuentón comprueba que el papelito que vio caer es, precisamente, un billete de cinco euros. Lo recoge y vuelve sobre sus pasos hasta alcanzar a la mujer. Que ya está guardando su teléfono de nuevo.
–Perdone, se le ha caído, antes –le muestra el dinero.
Ella, primero, mira sorprendida. Hace conjeturas y, si, recuerda que dejó el billete en el bolsillo trasero de los vaqueros. Con el celular. Es fácil que cayera. Toma el dinero y sonríe agradecida.
El señor mayor ha conseguido calmar a su perrito chiquitín. La joven, rubia y esbelta es, precisamente, su sobrina. Quedan charlando y ya olvidó lo del papel que se cayó.
La muchacha de Perú ha guardado el billete en el bolsillo de su blusa. Piensa que ha tenido suerte. Era el dinero que llevaba para comprar pechuga de pollo para comer. Su hijo y ella. El esposo les abandonó hace siete meses y va muy justa.
El cincuentón, algo obeso y con poco pelo, entra en la consulta del dentista con cierta satisfacción.