martes, 28 de febrero de 2023

Plaça de Sants

        Margarita, ¡es tan feliz! Esta mañana otoñal.

Anoche durmió raro. Normal, una no se casa todos los días. El vestido le sienta genial. Jamás la peinaron y maquillaron tan bien. Sabe que estará radiante. 

Deja el hogar de los padres. Ahora estará con David. El terminó empresariales. Todavía no tiene trabajo. Pero, de momento, les bastará con los mil euros que ella gana en la tienda.

El piso les quedó fenomenal. La madre de David tiene mucho gusto. Ambas se llevan muy bien. Tanta ilusión por delante. ¡El día más feliz de la vida!



Esta mañana, Juan Carlos está muy cansado. Pasó la noche en el hospital. Dolores está cada día peor. Por mucho que digan los médicos, tiene claro que se está muriendo. No mejora con ningún tratamiento. Ni siquiera un poco. Se siente desanimado. No es que la quiera con locura. En realidad, muy enamorado nunca estuvo. Pero han pasado más de treinta años casados. Y eso, de una manera u otra, pesa. 

Compartieron hogar. Tuvieron cuatro hijos. No fueron de discutirse demasiado. Pasaron los ratos.

Cuando cobre la viudedad, igual se plantea dejar este empleo de chofer. Ya un poco harto de pasear a novios.


Una pareja como tantas otras, pensó Juan Carlos mientras sostenía la puerta del descapotable blanco, decorado con claveles.

Que coche tan bonito, dijo Margarita a su esposo mientras se acomodaba en el mullido asiento.

Margarita y David se separaron a los siete años de casados. Ella conoció a Javier, un fotógrafo de bodas. Lo que tenía que pasar, pasó. David andó depre durante unos cuatro meses. Pero le nombraron product manager y ya le fue bien disponer de más dinero. Solo para el.

Juan Carlos ya no es viudo. Se volvió a casar con Carlota. Más que nada por no estar solo. La deja hacer, no le importa. Los ratos que pasan juntos, le valen. Mañana van a Roquetas. Con el IMSERSO.