Por una vez y sin que sirva de precedente he pedido al programa de inteligencia artificial ChatGPT que escribiese una historia en mi lugar. Le he dicho: “Escribe un relato corto sobre los problemas de relación entre una pareja de divorciados que llevan a su hijo de 6 años todos los viernes al metro, para intercambiar la casa. Estilo Kafka”
Esta es la propuesta del robot:
“La estación de metro estaba casi vacía cuando llegó la pareja de divorciados con su hijo de seis años en brazos. Era viernes por la tarde, y como siempre, el niño iba en silencio, sin entender muy bien por qué cada semana tenía que hacer este viaje.
El padre, un hombre alto y delgado, llevaba una maleta negra en una mano y en la otra una bolsa con los juguetes del niño. La madre, de pelo rubio y largo, cargaba con una mochila y una caja de cartón llena de ropa.
Se saludaron con una mirada fría y se intercambiaron a su hijo. El niño se aferró a la mano de su padre, pero no dijo nada. El hombre le dio un beso en la mejilla y le preguntó si había tenido una buena semana. El niño asintió con la cabeza, sin mover los labios.
La mujer se acercó a su ex marido y le pidió que firmara unos documentos que traía en la mochila. Él suspiró, sacó un bolígrafo y firmó sin leerlos. Ella guardó los papeles y le entregó la caja de cartón.
–Aquí está toda su ropa limpia –dijo ella con voz monótona–. Espero que no la pierdas esta vez.
El hombre no dijo nada, simplemente cogió la caja y la maleta, y se alejó con su hijo. La mujer se quedó sola en la estación, viéndolos alejarse por el pasillo del metro.
El niño se volvió un momento para mirar a su madre, pero ella ya estaba girando en dirección contraria. El hombre apretó su mano con fuerza y lo llevó hacia el vagón.
El viaje transcurrió en silencio. El niño miraba por la ventana, viendo pasar los túneles y las estaciones sin decir nada. Su padre estaba absorto en sus pensamientos, mirando al frente sin ver nada.
Finalmente llegaron a su parada. El hombre sacó la maleta y la caja de cartón y las dejó en el suelo. Luego se acercó a su hijo y le dio otro beso en la mejilla.
–Cuídate mucho, hijo –le dijo con voz ronca–. Te quiero mucho.
El niño sonrió débilmente y se acercó a su padre para abrazarlo. Él lo rodeó con sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo y el latido de su corazón.
Pero la felicidad duró poco. La mujer ya estaba llegando, con la mochila y una expresión de desprecio en el rostro. El hombre se apartó bruscamente de su hijo y se levantó, cogiendo la maleta y la caja de cartón.
–Ya es hora de irnos –dijo ella, sin mirar”
No esta mal. No demasiado imaginativo. Alguna incongruencia. ¿Tal vez es lo que el robot entiende como estilo Kafka? Habrá que seguir el tema de cerca. Sin obsesionarse.