La gente estupenda y maravillosa atrae por su aparente inmunidad a la desgracia. Esas personas guapas, inteligentes, ¡perfectas! están en el polo opuesto a la infelicidad.
Mira, por ejemplo, esa chica del anuncio. Esa chica joven, tan preciosa. El mundo es suyo. Todo. Que feliz debe ser.
En cambio, esa otra familia de allá… Los del parque con el cochecito de bebé. La madre en paro. El padre malpagado y maltratado. Y el niño que lleva toda la tarde llorando.
–Que está muy pesado.
–Que creo que ya le ha pasado la hora.
–Y que sabrás tu si nunca estás con el.
Angela, la chica del anuncio, ya dejó de aspirar a modelo. Tantas horas agotadoras. Cargadas de frío y hambre. Cansada de perseguir un sueño que se desvanecía tras cada contrato, peor que el anterior.
Una tarde, a última hora, un empleado del ayuntamiento retirará esa fotografía. La última de una chica maravillosa y estupenda.
Ahora, trabaja en Zara. Y sale con un chiquito algo regordete, chistoso, que mantiene unos videos en youtube por si algún día se fija alguien y le cae algo de encargo.
Maria y José están en casa. Medio tumbados en el sofá. El niño duerme en su habitación.
Ella se aburre con Juego de Tronos. Siempre es igual. Pero José está enganchado. Y que le va a hacer. Así no discuten. Es mejor.